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Taller de Poesía de San Marcos,
poesía de Odiseas Elytis
El amor a la poesía me vino de lejos y, si es que es posible decirlo, de fuera de la literatura. Fui conciente de ello un día, según daba vueltas por las salas del Museo Británico y me encontré ante un papiro verdoso, si mal no recuerdo, con un fragmento muy claro, grabado sobre él, de Safo. Después de los montones de manusritos latinos que tragaba por aquellos años sentía un verdadero alivio; me parecía que el mundo se alistaba y entraba en su justo lugar. Estas esbeltas y compactas mayúsculas constituían una representación gráfica diáfana y misteriosa a la vez, que me hací una señal amical a través de los siglos. Como si me encontrara de nuevo en una ensenada de Mitelene y escuchara a la muchacha de nuestro hortelano cantar.
(Cartas boca arriba)
Sol el primero
No conozco ya la noche, terrible anonimia de la muerte.
No conozco ya la noche, terrible anonimia de la muerte.
En lo hondo de mi alma ancla una flota de estrellas.
Véspero, centinela, brilla junto a la celeste
brisa de una isla que me sueña
para que anuncie yo el alba desde sus altas rocas.
Mis dos ojos en abrazo te navegan, con el astro
de mi verdadero corazón: no conozco ya la noche.
No conozco ya los nombres de un mundo que me niega.
Nítidamente leo las conchas, las hojas, las estrellas.
El rencor me es superfluo en las sendas del cielo.
Salvo que sea el sueño, que me vuelve a mirar
cruzar con lágrimas, el mar de la inmortalidad.
Véspero bajo el arco de tu fuego de oro,
La noche, que es sólo noche, no la conozco ya.
Odiseas Elytis
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